En la Serie Mundial de aquel año, el abridor de los Yankees de Nueva York lanzó el primer y único juego perfecto en la historia de los Clásicos de Otoño, ante los Dodgers de Brooklyn.
Con todo y lluvia, Anderson estuvo implacable ante la ofensiva de los Astros, pese a otorgar tres bases por bolas, pues no le permitió ni un hit a la ofensiva que más imparables consiguió en la temporada regular (1,496).
Sin importar su extraordinaria labor, el mánager Brian Snitker lo sacó del juego para dejarle el resto del trabajo a su bullpen, una decisión que resultó efectiva para que los Bravos vencieran 2-0 a los Astros de Houston en el Juego 3 de la Serie Mundial.
La anotación de Eddie Rosario en la parte baja del tercer episodio le dio a Atlanta la tranquilidad necesaria para trabajar el juego desde el montículo donde, además de Anderson, AJ Minter, Luke Jackson, Tyler Matzek y Will Smith secaron a la ofensiva de Houston.
Por la visita, Aldemys Díaz, quien entró de bateador emergente en el octavo episodio, fue el encargado de arruinar el juego sin hit ni carrera combinado de Atlanta; Alex Bregman sumó el segundo imparable en el noveno rollo.
Un cuadrangular de Travis d’Arnaud en la parte baja del octavo capítulo le dio calma a sus compañeros y desató la locura en un incansable Truist Park, donde 42 mil 898 personas alentaron de principio a fin durante el primer juego de Serie Mundial que presenciaron desde 1999.
Sin abridores anunciados, la noche de este sábado se juega el cuarto de la serie.