Situada en la constelación de Orión, esta «super gigante roja», casi mil veces más grande que el Sol, brilla con intensidad en el cielo de invierno, donde es visible gracias a su color rojo.
La estrella figuraba entre las 10 más brillantes de la galaxia, pero desde mediados de noviembre, «su luminosidad bajó de manera dramática, en un 70 por ciento» dijo Pierre Kervalla, del Observatorio de París-PSL.
Alertados por observadores aficionados, los astrónomos iniciaron en diciembre una vasta campaña de observación, movilizando los más grandes telescopios del planeta, entre ellos el telescopio Very large de Chile.
«¡Es la agitación! Instalamos un grupo de investigación en el mundo para utilizar todos los instrumentos con capacidad para captar imágenes de la superficie de Betelgeuse», dice Eric Lagadec, del laboratorio Lagrange del observatorio de la Costa Azul.
Centenares de astrónomos aficionados están contribuyendo y «pasan sus noches en sus jardines o lugares de observación favoritos» para aportar mediciones complementarias, señala el investigador del CNRS. Se avanzan varias hipótesis: podría tratarse de una eyección de gas que produce polvo y esconde la luminosidad o … de la muerte de Betelgeuse.
Esta última posibilidad llevaría a una explosión en supernova. Aunque parece poco probable en el futuro próximo, esto hace soñar a los astrónomos: en la medida que el astro al final ya no tiene «combustible» (surgido de la fusión nuclear), su corazón se desplomaría sobre sí mismo y formaría una estrella de neutrones, objeto muy compacto que crea una onda de choque que disloca completamente la estrella, todo eso en sólo unas cuantas horas.
Un espectáculo inolvidable para la humanidad
Desde la Tierra se vería a simple vista un punto tan brillante como la luna en el cielo diurno o nocturno. A lo que se agregaría un bello espectáculo, «el de un eco de luz propagándose alrededor, como olas en el agua», precisa Pierre Kervalla.
En unas semanas ese punto desaparecería y formaría una nebulosa, visible en el cielo durante miles de años, como la del Cangrejo, residuo de la supernova surgida en 1054 (registrada por astrónomos chinos).
«Sería un espectáculo inolvidable para la humanidad entera. Espero poder ver una supernova durante mi vida», dice Eric Lagadec. Pues ese fenómeno sólo ocurre pocas veces a través de los siglos en la Vía Láctea, y la última supernova observada fue en 1604.
La explosión de Betelgeuse es esperada, pues el astro, de sólo 10 millones de años, está sobre el final de su vida.
Pero es difícil predecir cuándo morirá, pues no existe ningún signo previsor: «es más o menos como un sismo; la víspera de la explosión, la estrella estará igual», subraya Kervalla.
Esto podría ocurrir en las próximas semanas o dentro de 100.000 años. «No tenemos ningún medio para saberlo», reconoce Andrea Chivassia.
Pase lo que pase, no hay peligro para nuestro planeta, pues Betelgeuse está a 600 años luz.
«Si la vemos explotar aquí, eso significaría que la explosión ocurrió físicamente hace 600 años», señala Pierre Kervalla. En el plano científico, el acontecimiento facilitaría a los astrónomos seguir en directo y por primera vez en la historia, las diferentes fases de la explosión, una preciosa oportunidad para medir la expansión del Universo.
«Se comprendería de esta manera lo que ocurrirá a la futura generación de estrellas», según Chivassia.