«Nuestros servicios de inteligencia tienen pruebas que sugieren que el ataque fue dirigido y coordinado por especialistas militares británicos», declaró a la prensa el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov.
«Hay pruebas de que Gran Bretaña está implicada en un sabotaje, un ataque terrorista contra infraestructuras energéticas vitales, no rusas, sino internacionales».
Peskov aseguró que habría una respuesta, aunque Rusia aún reflexionaría sobre las medidas tomar, y condenó «el inaceptable silencio de las capitales europeas».
El portavoz del nuevo Primer Ministro británico, Rishi Sunak, dijo que las acusaciones de las autoridades rusas tenían como objetivo «desviar» la atención, lo que «forma parte de sus métodos habituales».
El Ejército ruso había acusado el sábado a Londres de estar implicado en las fugas de gas en Nord Stream.
Tales acusaciones ocurrieron después de un ataque con drones ucranianos contra su flota del Mar Negro en Crimea, cuya planificación Moscú también atribuyó a «expertos británicos».
«Falsas afirmaciones», replicó en Londres el jefe de la diplomacia británica, James Cleverly, quien dijo el lunes que las acusaciones rusas estaban «cada vez más alejadas de la realidad» y apuntaban a «desviar la atención del pueblo ruso de los fracasos rusos en el campo de batalla».
El 26 de septiembre se detectaron cuatro grandes fugas en los gasoductos Nord Stream 1 y 2 frente a la isla danesa de Bornholm, dos en la zona económica sueca y dos en la de Dinamarca.
Las inspecciones submarinas preliminares reforzaron las sospechas de sabotaje, ya que las fugas fueron precedidas por explosiones.
Los gasoductos Nord Stream que enlazan Rusia con Alemania han estado en el centro de las tensiones geopolíticas desde hace años, agravadas por la decisión de Moscú de cortar el suministro de gas a Europa.