“Me dicen que los refugios están llenos, es demasiado duro, yo vengo de Margarita, Venezuela, es un lugar demasiado cálido; nosotros no estamos acostumbrados a este tipo de clima y nos pega bastante duro, dormí en un parque, pero no pude dormir porque hacía demasiado frío, dormimos muchos ahí, y nos dicen que los refugios están colapsados”, dijo ayer Alfredo Sedeños, de 31 años.
Con los labios morados y los dedos de las manos congelados debido a la temperatura bajo cero, el sudamericano, envuelto en una cobija bajo el sol sobre la parte alta del bordo del río Bravo, no dejaba de temblar.
Ayer fue su primera noche en la ciudad: “fue horrible, tengo los dedos congelados, no pude dormir, y sólo tengo esta cobija… mi piel ya hasta cambió de color”, dijo con la voz temblorosa debido al frío, al mostrar sus manos.
Sin poder haber terminado la Ingeniería en Sistemas, Alfredo trabajaba en su país en plomería, carpintería y construcción, pero los bajos sueldos lo hicieron salir con la esperanza de llegar a Texas para ir a trabajar, por lo que espera el término del Título 42.
“Pasar legal es la mejor forma de nosotros pasar, porque ilegal también está difícil. Entonces tenemos que tener paciencia a ver qué transcurre en estos días, y si llegamos, porque la verdad nosotros no estamos acostumbrados a esto, a este frío”, lamentó.
A unos metros, en la parte baja del bordo, tres niños comenzaron a llorar debido al frío, por lo que su mamá y un grupo de migrantes formaron “una cama” con cobijas sobre el concreto, los acostaron y luego pusieron más cobijas sobre ellos, mientras que uno de los venezolanos trataba de darles calor; sin embargo, el frío en sus cuerpos no cedió, y su madre optó por cruzar la frontera para entregarse a los agentes de la Patrulla Fronteriza.
Después de cruzar cargados el cauce internacional que divide a Ciudad Juárez de El Paso, llamado río Bravo en México y río Grande en Estados Unidos, los tres menores se formaron bajo el sol, junto al muro fronterizo, envueltos en cobijas. Y unos 15 minutos después, cruzaron la puerta del muro fronterizo.
A diferencia de los dos días anteriores, cuando el procesamiento de los migrantes se realizaban pequeños grupos, por lo que cientos permanecían por horas formados sobre el bordo del río grande, ayer se observó que las personas que llegaban para entregarse a los agentes estadounidenses eran recibidas unos minutos después por la puerta del muro fronterizo, ubicada entre los puentes internacionales Paso del Norte y Stanton.
De lado mexicano, unos 30 migrantes, principalmente de origen venezolano, arribaron durante la mañana envueltos en cobijas para protegerse de las bajas temperaturas. Uno de ellos ayudaba a quienes buscan cruzar el río internacional, y los cargaban en la espalda para que no se mojaran a cambio de una propina.
“Está muy difícil, está muy difícil el frío, yo no he encontrado refugio y duermo donde me agarra la noche, esta noche la pasé cerca del hospital, sólo tenía una cobijita, y está muy difícil. Me dan ganas de regresarme para Colombia, pero ni siquiera tengo cómo hacerlo”, confesó uno de ellos, mientras temblaba por el frío uno de los sudamericanos que permanecen sobre el bordo del río Bravo.
Refuerzan cerca
Ayer, autoridades de Estados Unidos continuaron reforzando la frontera entre El Paso y Ciudad Juárez, esta vez con una cerca metálica sobre el bordo del río Bravo.
Con ayuda de grúas, los trabajadores estadounidenses trasladaron hasta los límites de la frontera con Ciudad Juárez los rectángulos de metal de aproximadamente tres metros de ancho por dos metros de alto, los cuales han unido entre los dos puentes ferroviarios.
Desde el martes, el Gobierno de Greg Abbott mantiene militarizados aproximadamente 950 metros de la frontera con agentes y unidades de la Guardia Nacional de Texas, a la altura del ‘Puente Negro’ a la calle Antimonio.