El académico diseñó un modelo matemático sobre la pandemia, basado en estudios internacionales que hoy publica EL UNIVERSAL, y en el que concluye que hasta el 31 de mayo había 864 mil casos activos. Otros estudios en Estados Unidos y Europa sostienen que la cifra de muertos se triplicará en agosto. Los más optimistas hablan de 25 mil 900 para el 8 de julio; los más pesimistas, de más de 97 mil para septiembre.
Cuando la epidemia del COVID-19 se desencadenó, nunca me imaginé que administrarla y predecir sus efectos se iba a convertir en México más en un problema apto para detectives que para matemáticos. Estaba en California a principios de marzo.
Fue así que todos los países del mundo comenzaron a recopilar datos y la Universidad John Hopkins instaló un centro de información sobre el COVID-19 que ofrece y visualiza las chas de docenas de países. Los datos de México son aquellos proporcionados por la Secretaría de Salud a través de su portal.
Pero más que en un quehacer matemático, en nuestro país la interpretación de los datos se convirtió en un performance diario del subsecretario de Salud para anunciar el inminente “aplanamiento de la curva” y supuestos picos de contagios que nunca han llegado. Existen muchos modelos que se pueden aplicar para modelar la pandemia, pero lo más importante son los datos con los que se cuenta.
Aunque se utilizara el mejor modelo matemático posible, si éste es alimentado con datos erróneos o incompletos, no va a proporcionar un reflejo fehaciente de la realidad. Además, como México casi no aplica pruebas del COVID-19, ya que según el subsecretario no sirven para nada, nuestro país es el colero tanto en la OCDE como en América Latina en cuanto a pruebas por millón de habitantes, por abajo incluso de Honduras.
El número oficial de contagiados en México es muy reducido (para los 127 millones que somos), pero eso no es ningún milagro médico atribuible a la complexión espléndida de la raza de bronce, sino simplemente el efecto de no aplicar suficientes pruebas.
Analizando el número de actas de defunción emitidas este año, encontraron cerca de 8 mil muertes adicionales a las registradas en el mismo periodo en 2019, mientras que la CDMX sólo reportaba alrededor de 2 mil decesos por COVID-19 y casos “sospechosos”. Es decir, aparentemente sólo la cuarta parte de las muertes debidas al COVID-19 (y por daños colaterales en otros órganos) se reportan a través de la Secretaría de Salud. Claudia Sheinbaum tuvo que aceptar que hay subregistro y actualmente una comisión está revisando las actas de defunción, una por una.
Así que esa es la situación de partida: ¡no sabemos a ciencia cierta cuantos fallecimientos ha habido por COVID-19! Sólo contamos con la cifra oficial a nivel nacional, que hasta el 31 de mayo era de 9,930 decesos (aquí utilizo el corte de las 7 pm) .
El Taller de Datos de Nexos ha mostrado además que la cifra total de muertos, al cierre de un día, se corrige hasta en 40% en los días subsecuentes (ya que la información llega retrasada). Podemos esperar que los decesos hasta el 31 de mayo sean actualizados en los días que vienen.
En los tiempos del PRI, la revista Proceso era más efectiva que la Procuraduría en detectar la corrupción y abusos del poder. En la actualidad, la sociedad civil, el New York Times (NYT), Nexos, El País, etc. son más efectivos que la Secretaría de Salud para calcular los números que necesita conocer el público.