Cuando anunció su viaje el lunes, el Mandatario demócrata apostaba por poder presentarse a la vez como garante de la seguridad de Israel en su guerra contra el grupo islamista palestino Hamas y como la mejor esperanza para los civiles, además de como baluarte contra los riesgos de una escalada regional.
Pero la búsqueda de equilibrio que pretendía conseguir con una escala en Tel Aviv seguida de un viaje a Jordania saltó por los aires incluso antes de que se fuera.
Joe Biden, que embarcó en el Air Force One en torno a las 21:40 horas locales, anunció que «pospone» su viaje a Amán.
De todos modos, Jordania había cancelado la cumbre en la que debía participar junto con el rey Abdalá II, el Presidente egipcio, Abdel Fattah al Sisi, y el líder palestino Mahmud Abás.
Biden transmitió su más sentido pésame por las vidas inocentes perdidas en la explosión en un hospital en Gaza y deseó una pronta recuperación a los heridos.
También habló sobre el tema con el Primer Ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y con el rey Abdalá II de Jordania, informó la Casa Blanca.
En un comunicado, el Mandatario dijo estar «indignado y profundamente entristecido por la explosión» y haber ordenado a sus asesores que sigan recabando información sobre lo que ocurrió exactamente en el bombardeo, que causó la muerte de al menos 200 personas.
Hamas culpa a Israel y el Ejército israelí atribuye la autoría del bombardeo a la Yihad Islámica.
Biden, de 80 años, ya viajó en febrero a Ucrania, un país en guerra donde fue recibido con los brazos abiertos. Pero en Oriente Medio se desconoce si su presencia amainará los ánimos.
Biden también corre el riesgo de regresar con las manos vacías, sin ninguna promesa por parte del Gobierno israelí de permitir la entrada de ayuda humanitaria a Gaza y sin respuestas para las familias de los ciudadanos estadounidenses secuestrados por Hamas, cuyo número exacto se desconoce.
Hasta ahora, Estados Unidos tampoco ha logrado convencer a Egipto de que abra al menos parcialmente su frontera para dejar entrar a los civiles palestinos que huyen de los incesantes bombardeos.
Viajando a la región, el Presidente estadounidense quiere disuadir a Hezbolá y, por tanto, a Irán, de que empeoren aun más las cosas.
Estados Unidos no quiere que el conflicto se propague, entre otras razones porque ya suministra ingentes fondos a Ucrania y quiere conservar recursos estratégicos para hacer frente a China si lo necesita.
«Somos Estados Unidos de América, por el amor de Dios, la nación más poderosa (…) de la historia del mundo. Podemos ocuparnos de ambas», Ucrania e Israel a la vez, dijo el Presidente el domingo en la cadena CBS.
Solicitará al Congreso una ayuda combinada de 100 mil millones de dólares para Ucrania, Israel, Taiwán y la crisis migratoria en la frontera entre Estados Unidos y México, afirmó a la AFP una fuente estadounidense.
Pero no tiene el control total sobre los hechos: cualquier despliegue adicional de ayuda a Israel necesita la luz verde del Congreso estadounidense y la Cámara Baja lleva días paralizada, sin presidente, desde que un grupo de partidarios del ex Mandatario Donald Trump destituyó al que tenía.
Biden, en campaña para un segundo mandato, no puede permitirse la más mínima debilidad, cuando han muerto 30 estadounidenses desde el ataque de Hamas y se teme un estallido de odio contra judíos y musulmanes, en un país ya muy dividido.