Además, la fuerte sequía que aqueja a Australia desde el año pasado, una de las peores de las últimas décadas, ha hecho que se sequen los ríos, en donde viven estos animales venenosos y de hábitos nocturnos que son endémicos en el este de Australia y la isla de Tasmania.
Estos peligros exponen más al ornitorrinco a una peor situación de extinción local sin la capacidad de poblar nuevamente estas áreas”, indicó en un comunicado Gilad Bino, líder de la investigación del Centro de Estudios de los Ecosistemas de la Universidad de Nueva Gales del Sur (UNSW, siglas en inglés).
El estudio, publicado en la revista científica Biological Conservation, calcula que en el marco de las actuales condiciones climáticas, así como la tala de árboles y la fragmentación de los diques, el número de ornitorrincos se reducirá entre un 47 a un 66 por ciento en los próximos cincuenta años.
«Esto causaría la extinción de las poblaciones locales en un 40 por ciento del rango”, según el estudio sobre los ornitorrincos, clasificados por la a Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza como “casi amenazados”.
Pero muchas jurisdicciones en Australia no han incluido al ornitorrinco en ninguna lista, a excepción del estado de Australia del Sur, que lo ha calificado como una especie en peligro.
Los investigadores alertaron que las evidencias crecientes muestran que el ornitorrinco, como otras especies nativas australianas se encaminan a la extinción, al pedir acciones urgentes para conservarlos.
Por su lado, el director del Centro para la Ciencia de los Ecosistemas de la UNSW, Richard Kingsford, indicó que los ornitorrincos viven en áreas en donde la expansión humana y urbana han puesto en peligro sus vidas y han arrasado con sus hábitats.
Esto incluye las presas que frenan sus movimientos, la agricultura que destruye sus madrigueras, los equipos para pescar y las trampas para los crustáceos que pueden hacer que se ahoguen, así como los zorros que son especies invasoras”, precisó Kingsford.
El ornitorrinco, que viene desapareciendo desde la colonización británica del país a finales del siglo XVIII, es considerado uno de los mamíferos más primitivos desde el punto de vista evolutivo.
Este animal llegó por primera vez al Museo de Historia Natural de Londres en 1799, pero ante un animal con piel de topo, cola de castor, patas de rana, espolón de gallo, pico de pato y dientes, el doctor británico George Shaw lo consideró inicialmente un fraude, pues no daba crédito a la existencia de algo tan sorprendente.