“Cinco heroicos compañeros de armas han resultado martirizados y otros cinco compañeros heridos por el intensivo fuego de artillería del régimen contra los efectivos enviados a Idlib para impedir los enfrentamientos, reforzar nuestra seguridad fronteriza y prevenir los desplazamientos y el drama humanitario”, se lee en un comunicado del Ministerio de Defensa de Turquía, que también informa de que ha respondido al ataque sirio y se tomarán medidas para “vengar la sangre de los mártires”.
En virtud de los acuerdos de Sochi y de Astaná alcanzados de un lado por Turquía, principal apoyo de los grupos rebeldes y salafistas de Idlib; y, del otro, por Rusia e Irán, sostenes del régimen, el Ejército turco estableció puntos de observación a lo largo del frente de Idlib en otoño de 2018. Pero la ambigüedad del texto pactado por los tres países —que excluye de la tregua a los grupos “terroristas”— ha permitido que el régimen lo utilice para justificar la ofensiva emprendida la primavera pasada, momento desde el cual ha conquistado cerca de un tercio del último bastión de Siria en manos rebeldes. En los últimos días, además, ha intensificado los ataques hasta tomar el control de la autovía M-5, principal vía de comunicación entre Damasco y Alepo y que estaba cortada por los rebeldes.
Para contener el avance de las tropas regulares, en la última semana Turquía ha introducido más de un millar de vehículos —incluidos decenas de tanques— y ha desplegado entre 10.000 y 16.000 efectivos militares en Idlib, según diversas estimaciones. Este lunes, los rebeldes sirios iniciaron una contraofensiva con los nuevos vehículos blindados y el nuevo armamento entregados por Turquía y apoyados por fuego de artillería del Ejército turco con el objetivo de retomar la estratégica localidad de Saraqib, en la confluencia de las carreteras M-5 y M-4 y recientemente tomada por el régimen.
Pero, según el analista Ömer Özkizilcik, experto en grupos armados sirios y miembro del think-tank progubernamental turco SETA, el ataque rebelde fue detenido pasado el mediodía por orden de Turquía mientras las delegaciones turcas y rusa negociaban en Ankara. Poco después fue cuando se registró el ataque sirio contra lo que la cadena CNN-Türk definió como un nuevo puesto militar fortificado que estaban estableciendo militares turcos en la antigua base aérea de Taftanaz, al norte de Saraqib y a escasos kilómetros del frente bélico.
El sábado, una delegación diplomática rusa llegó a Ankara para reunirse con representantes del Gobierno y del Ejército turcos. Ambas delegaciones se intercambiaron sus propuestas, incluida la exigencia turca de que el régimen se retire a las posiciones previas a la ofensiva iniciada en abril del año pasado antes de final de este mes. De hecho, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, advirtió al régimen de Bachar el Asad de que, de no cumplir con este ultimátum, Turquía atacaría las posiciones sirias. Sin embargo, según explicó el ministro de Exteriores turco, Mevlüt Çavusoglu, “no hubo consenso” entre la parte rusa y turca, cuyos emisarios volvieron a reunirse este lunes.
La ofensiva del régimen, con apoyo ruso e iraní, ha provocado la huida de más de medio millón de personas hacia la frontera con Turquía, país que ya aloja a casi cuatro millones de refugiados sirios. El avance de las tropas de Damasco ha estado siempre precedido de intensos bombardeos sobre las áreas civiles de Idlib, provincia que acoge a más de un millón de desplazados de otras áreas de Siria bajo control gubernamental. En las últimas semanas, al menos 300 civiles han muerto bajos las bombas rusas y sirias, según datos del Observatorio Sirio para los Derechos Humanos. Los últimos: tres adultos y seis niños del pueblo de Abin Semaan, bombardeado por la aviación de Rusia.