Una caravana de tres autos tendría como punto de partida el crucero de los bulevares Lombardo Toledano y Juan Pablo Ii, muy socorrido por los migrantes para este tipo de negociaciones con respecto a viajes a la ciudad fronteriza, aunque generalmente son autobuses previstos por los polleros los que recogen a los aventureros a altas horas de la madrugada.
En esta ocasión, al parecer el afán de llegar lo más pronto posible a la urbe limítrofe con El Paso se vio reflejado en estas personas, integrantes de la peregrinación de migrantes que fue captada la tarde del sábado por este mismo medio caminando por la Vialidad Sacramento y que, según relataron, procedían a pie desde la ciudad de Monterrey.
Muchos de esos caminantes decidieron descansar unos días en Chihuahua, quizá esperando que se normalizara la corrida de los ferrocarriles y abordar uno de tantos con rumbo hacia lo que ellos consideran es su trampolín para cumplir con el Sueño Americano.
Dicho grupo, conformado por viajeros ilegales de distintas nacionalidades, se dispersó en distintos cruceros de la capital chihuahuense, quedándose los mencionados venezolanos en la confluencia de Toledano y Juan Pablo, a las afueras de un conocido supermercado donde, a fin de no seguir su trayecto a pie, esta noche de lunes se «arreglaron» con tres conductores de sendos vehículos privados, al parecer, pertenecientes a una de las plataformas digitales para transportación.
Lo que si se pudo comprobar es el «agosto» que hicieron los choferes con quienes solicitaron sus servicios, pues la cuota por ponerlos en Ciudad Juárez en unas cuantas horas ascendió a los tres mil pesos por pasajero.
No son raros los viajes en vehículo de plataforma digital a Juárez, sólo que regularmente la cuota máxima es de 300 pesos, y es independiente de la cantidad de pasajeros.
Entre quienes se aventuraron a tomar esa opción para llegar a la frontera se encuentra una joven, también de nacionalidad venezolana.
Fue ella quien comprobó la tarifa por los servicios de los autos, y se pudo escuchar cómo se comunicaba con su madre vía telefónica hasta el país sudamericano diciéndole santo y seña del viaje que emprendería, desde la hora de partida, hasta el número de placas del vehículo que los transportarla, datos proporcionados por seguridad pero un tanto inservibles, dada la distancia que separa a ambas mujeres.