Viví en carne propia el proceso de la ley #3de3 que fue desatada por los casos emblemáticos de corrupción como la Casa Blanca de Peña Nieto. Contribuí al esfuerzo ciudadano de pedirle a los servidores públicos que presentarán sus tres declaraciones: patrimonial, de intereses y fiscal. Ese movimiento luego se convirtió en la primer iniciativa ciudadana a nivel federal con la recolección de más de 630 mil firmas que derivaron en lo que hoy se conoce como el Sistema Nacional Anticorrupción. Ese logro ciudadano fue decisivo para tomar el paso de hacer política y entrarle al servicio público.
Hace dos años de la mano de muchas personas triunfamos en la elección para la Sindicatura del municipio y pudimos ser parte de un ejercicio de servicio público que honrara nuestros principios, valores y convicciones en la vigilancia del dinero del municipio y la relación que tiene esto con el bienestar de las y los chihuahuenses. El trabajo de la Sindicatura no es sencillo, nos toca vigilar el patrimonio que es de todas y todas a través de auditorías y revisiones de las entrañas del ejercicio municipal: desde el servicio de recolección de basura hasta la contratación de empresas para las obras públicas.
Estos dos años han sido suficientes para entender la cultura política y cómo las dinámicas electorales entorpecen los procesos de largo aliento y la correcta toma de decisiones sobre lo que es justo y urgente. Pero lo más difícil ha sido reconocer lo normalizada que está la corrupción en el quehacer público. Reconocer que muchas personas están involucradas y que les parece correcto ver pasar la corrupción y no hacer nada por una mentalidad conformista que dicta: “antes era peor, esto está bien”. Duele escuchar discursos de combate a la corrupción y de decencia política cuando en la realidad sucede lo contrario.
Solo existe algo peor que eso y, creo yo, que es el silencio de muchos al respecto. No podemos continuar haciendo como que no pasa nada solo con el fin de quedar bien con el poder, sin importar que mucha gente la pasa mal todos los días por esos “pequeños” actos de corrupción que terminan afectando, siempre, al que más lo necesita.
Esta visión política ha logrado que incluso, instituciones dedicadas al combate a la corrupción, transparencia, participación, justicia, etc; se callen y traten de hacer el menor ruido posible para no incomodar a personas inmiscuidas en muchos asuntos de estos. No podemos permitir que esto continúe así. Porque cuando hablamos de corrupción, debemos hablar de los recursos que no llegaron a dónde debían. Las personas que se han visto afectadas por muchos años con estas injusticias ya no pueden más. No podemos creer que haciendo lo mismo y callando ante las cosas malas, este país vaya a cambiar.
La ciudadanía se debe empoderar y darse cuenta que los políticos y el gobierno les debe obedecer a ellos y no temer señalar cuando algo este mal. Esa es la única vía para lograr una mejor sociedad. Los cambios duelen pero si no hacemos cada quien lo que nos corresponde, nos dolerá más. No podemos hacernos inmunes a la corrupción, tenemos que erradicarla antes de que ella erradique nuestra democracia.