Por César Luis Ibarra Fierro
Fray M. Raymond, es el autor de la mejor saga que puede uno leer, como lo es “La Saga del Sister”, que componen los libros: Los Tres Monjes Rebeldes, La Familia Que Alcanzó a Cristo, Incienso Quemado y El Hombre Que Se Entendió con Dios, en esos cuatro libros nos platica como se fundó la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia.
En el primer libro narra la vida de San Roberto, San Alberico y San Esteban Harding y todas las vicisitudes que pasaron para a partir de la Orden de San Benito, crear la orden Cisterciense, a la que después se uniera San Bernardo de Claraval, sin lugar a dudas uno de mis santos preferidos, quien arrastró con él a toda su familia, quienes dejaron las ordenes de caballería para pasar a formar a una orden de mayor hidalguía, como lo es poner la vida entera al servicio de Dios. Esa historia la de San Bernardo es la que Fray M. Raymond narra en su obra La Familia que Alcanzó a Cristo.
Luego, la historia brinca algunas décadas y en su libro, El Hombre que se Entendió con Dios, nos narra la historia de San Joaquín María, quien siendo hijo de un rico algodonero, deja toda esa riqueza y se une a la orden monástica en Estados Unidos, en Wisconsin.
Fray M. Raymond, tuvo tiempo después para escribir la que creo yo es la mejor novela de perdón y arrepentimiento cristiano, como lo es Dios Entre Asesinos, libro que hace brotar las lagrimas de quien lo lee y además, logra el milagro de que al terminarlo vaya uno y busque el perdón de la confesión y alcance uno la comunión con verdaderos deseos de arrepentimiento y de querer estar en paz con Dios.
Pues bueno, ese autor que para colmo fue un excelente maestro de matemáticas y física en diversas universidades de los Estados Unidos, nos dejó muchas obras pequeñas donde habla de la Fe y la esperanza, pero siendo un maestro de matemáticas tema que además le apasionaba escribió para una Natividad una pequeña obra que sin lugar a dudas puso el dedo en la llaga sobre los que nos pasa a muchos cuando llega la festividad más grande del año.
En ese entonces, hablamos de la década de los setentas, se empezó a poner de moda en los Estados Unidos que en la tarjetas “navideñas” solo se pusiera “Happy X” y en algunas de ellas ni siquiera el happy, solo se ponía “X´s”, porque a decir de los gringos protestantes, el sonido de la X, es la perfecta contracción para decir Christmas.
Fray M. Raymond, al ser un maestro de matemáticas, planteó una ecuación para despejar la duda, ¿si la Natividad es igual a un valor X, cuál es el valor del hombre? Esa pregunta planteada en la década de los setentas, hoy tiene, creo yo, la misma validez y es que los gringos para no decir Christmas solo dicen X y aquí, empezamos a caer en el garlito de solo decir: “Felices Fiestas” y parece cosa de poco, de muy poco, pero en sí solo encierra un gran hecho, queremos ver el Nacimiento del Niño Dios, como si solo fuera una fiesta, una más de las muchas que llenan el calendario y la verdad es que no es así, no debe de ser así.
La Natividad es el día más grande para la humanidad, pues el Hijo de Dios se hizo hombre, está época no son las vacaciones de invierno, no es la época de las fiestas, así, dichas sin intención, como si nada más fuera un motivo secundario, algo meramente laico, sin Dios, sin nada que tenga que ver con un hecho que incluso hizo cambiar el conteo de los años y dividió la humanidad en la era Antes de Cristo, con la Después de Cristo.
Creo que Fray M. Raymond era un genio, un santo de esos que hay muchos por la tierra y que encontró las palabras justas para hacernos entender que como sociedad no debemos de apartarnos de Dios, no debemos de negar a Dios en nuestra vida, ya lo sacamos de la escuela, ya le dijimos que no podía acompañarnos en nuestros trabajos, le dijimos que no se metiera en el gobierno y para colmo ya lo queremos dejar fuera de nuestros hogares, por moda, por frialdad del corazón, para no vernos “mochos retrogradas”, no, que el miedo a las palabras no nos lleve a sacar a Dios de nuestros hogares.
Lo que le deseo, es que este 24 de diciembre, cuando sus invitados lleguen a su hogar a compartir la cena, a festejar la fiesta, sean recibidos con un Feliz Navidad y que al sonar las 12 de la noche, el abrazo que nos funde a todos, sea acompañado de un ¡Feliz Navidad! y que a las palabras se sume el recuerdo de que una madrugada del 25 de diciembre, en un portal de Belén, “al arrullo del silencio ha nacido Nuestro Dios”. Feliz Navidad a Todos.
La Jiribilla les desea a todos que las bendiciones de Dios se derramen en sus hogares, nosotros por nuestra parte nos vamos a tomar estos días de asueto, así que regresamos hasta el lunes 27, con más información.