Es una falacia afirmar que la Amazonia es patrimonio de la humanidad y un error, como aseguran los científicos, decir que nuestros bosques son el pulmón del mundo”, agregó el mandatario aludiendo a comentarios del presidente francés Emmanuel Macron.
Sostuvo que “apelando a esas falacias, en vez de ayudar, otro país se comportó en forma irrespetuosa, con espíritu colonialista. Cuestionaron lo que es más sagrado para nosotros: nuestra soberanía”.
Bolsonaro insistió en que “cualquier iniciativa de apoyo a la preservación de la selva debe ser tratada respetando plenamente la soberanía brasileña”.
Aseguró que su Gobierno «está solemnemente comprometido con la preservación del medio ambiente y el desarrollo sostenible».
Prueba de ello, enfatizó, es que la Amazonía brasileña, con una extensión similar a la de Europa Occidental, sigue «virtualmente virgen».
Así, atribuyó los recientes incendios, que han consumido millones de hectáreas de la Amazonia, a «un clima seco y vientos favorecidos por incendios tanto espontáneos como provocados», al tiempo que ha recordado que «las poblaciones indígenas y locales también usan el fuego como parte de su cultura».
Bolsonaro redujo el presupuesto destinado a la preservación del medio ambiente, lo que conspiró contra los esfuerzos por contener los feroces incendios que están destruyendo grandes extensiones de la selva amazónica, el bosque tropical más grande del mundo y vital para el equilibrio climático del planeta.
Ello le valió fuertes críticas internacionales, lo mismo que su defensa de las dictaduras militares de derecha, que hizo que la expresidenta de Chile Michelle Bachelet, actualmente Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, dijese que le “da pena por Brasil”.
Con todo, Bolsonaro defendió el derecho de Brasil a explotar sus tierras, señalando que actualmente solo el 8 por ciento se usa para la producción de alimento, mientras que países como Alemania o Francia dedican más del 50 por ciento de su superficie a la agricultura.
Respecto a las reservas indígenas, el mandatario ultraderechista precisó que el 14 por ciento del suelo brasileño está considerado territorio indígena y opinó que mantenerlo baldío solo contribuye a aumentar la pobreza y marginación de sus habitantes.
Desafortunadamente, algunas personas, tanto dentro como fuera de Brasil, con el apoyo de las ONG, insisten en tratar y mantener a nuestros pueblos indígenas como cavernícolas. Pero Brasil ahora tiene un presidente que se preocupa de quienes estaban antes de que los portugueses llegaran», declaró.
En esta línea, rechazó «los intentos de instrumentalizar las cuestiones medioambientales o las políticas indígenas a favor de los intereses políticos y económicos extranjeros, especialmente los disfrazados de buenas intenciones».
Un desafiante Jair Bolsonaro sostuvo el martes que los cuestionamientos a la política ambiental de Brasil, en particular sobre la Amazonia, constituyen una interferencia inaceptable en los asuntos internos de su país “disfrazada de buenas intenciones”.