Entre las casi 500 personas, se encuentran niñas y niños que juegan entre los salones de una preparatoria adaptada como albergue temporal para las familias, mientras los adultos aguardan impacientes la hora de volver a sus casas.
A pesar de que tuvieron que salir de sus hogares tras las constantes amenazas, dijeron que prefieren eso a permanecer en la Sierra, donde, aseguraron, la violencia los alcanzó de un día para otro.
Señalaron que desconocen qué es lo que sucede, a quién persiguen o por qué se metieron a los ranchos; sin embargo, prefirieron salirse de sus pueblos: Carrizalejo, Las Blancas, La Laguna, La Lagunita, Las Calabazas, Los Linderos.
El primer día llegaron 120 personas, el segundo, 210, y el tercero, más de 114. No todos se quedan a dormir, hay quienes tienen familia en la ciudad, pero llegan a comer y a esperar a que más conocidos bajen de la Sierra.
Una mujer del grupo tuvo que moverse hasta Guamúchil junto a su esposo el pasado 28 de julio, luego de que se registrara una serie de balaceras en San José de las Delicias.
Su esposo le dijo que debían irse porque ya había empezado la «tracatera», por lo que iniciaron un viaje de más de dos horas para llegar al albergue, pero sólo ella lo logró.
«Unos hombres armados en el camino se nos atravesaron y se llevaron a Jorge, mi esposo. Sabe para qué. Lo detuvieron y nos dijeron que nos arrancáramos. Mi papá manejó hasta acá y yo sigo esperándolo», apuntó la mujer, quien aguarda frente a la puerta del albergue, en espera de que suelten a su esposo y la alcance en el refugio temporal.
A su lado se encuentra Eulalio, de 57 años, quien se movió de Las Blancas, un pueblo que también se vio afectado por los ataques armados.
El hombre relató que todo todo estaba tranquilo hace más de una semana, pero de pronto empezaron a quemar carros y a tirar balas a las casas,
«Hace como dos años se dejó de sembrar mota, no sale ese negocio y la gente que vivimos ahí vivimos pobremente bien. Sembramos nuestro maíz, movemos las vacas, vamos viendo qué comer. A lo mejor es eso, que quieren quedarse con la tierra», mencionó el hombre mientras tenía una despensa en mano.
Momentos después un hombre lo interrumpió y le preguntó por un hombre llamado Mario, conocido como «Mario Calabazas».
-¿No estaba ahí? -se le preguntó.
«No, pero ahí se la lleva, ese tiene otro rancho, uno más para arriba. Alla escondido», respondió.
Lo que pasa ahora es como un deja vú a lo que pasó hace unos 12 años. Aquella vez también fue de pronto. Hubo hombres armados y en la madrugada empezaron a tirar balas, y se fueron casa por casa sacando a hombres para matarlos o desaparecerlos y jamás regresarlos.
El Gobierno de Sinaloa comenzó un censo para registrar los casos, pero fue un registro fallido que apenas logró reconocer a cerca de 10 mil personas.
Luego llegó otra administración y se hizo un acuerdo con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados para hacer un nuevo registro. Este aún no comienza, pero el reto creció con estos nuevos casos.
Las familias de desplazados de hace 12 años en adelante decidieron dejar en la memoria los recuerdos de la Sierra, de sus casas, de los chaparrones del verano, de las cañadas verdes alrededor de los ríos.
Ahora en San José de Gracia y otros pueblos ahí se encuentran minas. Hay en Concordia, Choix y Badiraguato, de donde salió la gente aterrada.
Esta vez nadie sabe por qué la violencia, ni las autoridades, sólo que hay miedo de regresar.
«¿Y los que no queremos regresar? ¿Qué vamos a hacer?», dice una mujer del pueblo La Laguna, «¿Los que tenemos miedo? ¿Quién nos va a ayudar?».
Esas preguntas las escuchan los funcionarios, entre ellos el Gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya.
«Yo les prometo que vamos a hacer todo lo posible para que puedan regresar», aseguró.
«¿Pero a los que nos queda el miedo?», replicó una mujer.
«Vamos a buscarles para que puedan estar aquí o en otra ciudad», respondió Rocha Moya.
Las personas desplazadas están en una preparatoria, un lugar adaptado como albergue, porque los alumnos están de vacaciones.
El Gobierno de Sinaloa quiere que regresen pronto, pero aquí hay quienes aún espera, quienes tienen miedo, no saben qué pasa en las montañas y no saben si esto será como hace 12 años.