El equinoccio es el evento astronómico donde el día y la noche tienen la misma duración; en donde la Tierra se ubica justo a la mitad del vaivén que realiza con respecto a su órbita alrededor del Sol.
De acuerdo con la UNAM, se llama así porque la duración del día y de la noche son iguales; en cambio, en el solsticio de invierno la permanencia de la noche es mayor y por el contrario, en el solsticio de verano, la duración del día es mayor que la de la noche.
Ante la recomendación de mantener una sana distancia como medida para frenar los contagios de coronavirus en Teotihuacán, en el Estado de México, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), no permitirá al público el ascenso a la cúspide de la pirámide del Sol y de la Luna, durante los días 21 y 22 de marzo.
Por su parte, el sitio maya de Chichén Itzá también permanecerá cerrado al público en el equinoccio de primavera, según lo dispuso el gobernador de Yucatán, Mauricio Vila Dosal.
Al mencionar los sucesos importantes relacionados con el Sol que marcan las estaciones del año, la UNAM destaca los solsticios de verano e invierno y los equinoccios de primavera y otoño, porque la Tierra no se halla perpendicular al plano de su órbita.
Así, debido a que el eje de rotación del planeta está inclinado alrededor de 23.4 grados respecto a su órbita, es posible percibir que el Sol nunca se asoma por el mismo lugar del horizonte, y gracias a ello existen las cuatro estaciones climáticas.
El equinoccio sucede dos veces al año: el de primavera, cuando el Sol forma un eje perpendicular con el Ecuador de norte a sur, y el de otoño, al encontrarse nuevamente con el Ecuador de sur a norte.
Se relacionaba con el renacimiento porque marcaba el inicio de la temporada de crecimiento y reverdecer de la naturaleza; mientras que el de otoño indicaba el momento de la cosecha.