El volcán de mil 584 metros de altura, ubicado en la remota isla de Flores, expulsó columnas de ceniza 11 veces el jueves, siendo la última y más grande de 8 mil metros, dijo Hadi Wijaya, jefe del Centro de Vulcanología y Mitigación de Desastres Geológicos.
El volcán había mostrado menos actividad desde la erupción mortal del lunes, que mató a nueve personas y lesionó a otras 64. La erupción del lunes afectó a más de 10 mil habitantes de 10 poblados.
Unos 4 mil 400 residentes acudieron a albergues de emergencia después de la erupción, que destruyó siete escuelas, alrededor de una veintena de residencias y un convento en la isla de mayoría católica.
El volcán lanzó materiales volcánicos como rocas humeantes, lava y grava caliente del tamaño de un pulgar y ceniza, que llegaron hasta a 7 kilómetros del cráter el lunes.
Durante una visita a las áreas devastadas, los funcionarios encontraron varios cráteres de hasta 13 metros de ancho y 5 metros de profundidad en lugares donde cayeron rocas, en uno de los casos en una escuela destruida.
“Muestra una diferencia en las características respecto a la erupción anterior en enero”, dijo Wijaya, jefe del centro de vulcanología. La erupción anterior, explicó, expulsó principalmente material volcánico alrededor del pico, seguido por coladas de lava.
Las autoridades advirtieron a las miles de personas que huyeron que no regresaran a casa, ya que el gobierno planeaba trasladar a unos 16 mil residentes fuera de la zona de peligro, dijo el jefe de la Agencia Nacional de Gestión de Desastres, Suharyanto, quien como muchos indonesios utiliza un solo nombre.