Ayer, un grupo de militares bajó al cauce internacional que divide a Estados Unidos de México y comenzó a aventar hacia el lado mexicano los cartones y plásticos con los que las familias habían creado pequeñas casas de campaña hechizas.
Acompañados por policías de caminos y agentes antimotines, los militares texanos hicieron un “hueco” entre el cerco metálico con el que resguardan su frontera en el bordo del río Grande, para descender hasta la mitad del río –la frontera natural entre ambos países– y comenzar a quemar y aventar al agua lo que encontraban a su paso.
Los cartones y plásticos que utilizaban los migrantes para resguardarse del sol durante el día y del frío por la noche, una mochila tirada, troncos de madera e incluso restos de alambres de púas cortados del cerco estadounidense fueron aventados hacia el lado mexicano.
Al ver a los agentes texanos aproximarse, todas las personas comenzaron a cruzar un pequeño hilo de agua que corría de lado mexicano, para luego subir al bordo del río Bravo y observar cómo los miliares reforzaban los límites de la frontera colocando más rollos de concertina.
Mientras grupos de personas, entre las que se encontraban niñas, niños y adolescentes (NNA), caminaban a la altura del marcador internacional número 35 hacia la Plaza de la Mexicanidad y otras a la altura del puente Zaragoza, el Departamento Militar de Texas publicó en sus redes sociales una imagen de un grupo de migrantes caminando entre el río, los alambres de púas y los militares.
“Soldados de la Guardia Nacional de Texas disuaden a un grupo de migrantes de cruzar a Texas ilegalmente desde México”, publicó la autoridad estatal junto a la imagen tomada desde El Paso.