«Se tienen localizados seis cuerpos (…), hay dos menores y el resto son adultos», dijo a periodistas el subsecretario de la Coordinadora para la Reducción de Desastres (Conred), Walter Monroy.
El percance ocurrió en la madrugada de este lunes cuando una fuerte crecida del río El Naranjo destruyó las viviendas en el asentamiento Dios Es Fiel, ubicado abajo de un puente vehicular.
La corriente a causa de las lluvias arrastró piedras, árboles, tierra y desechos y arrasó las precarias casas de la zona, construidas en su mayoría con láminas de zinc. Monroy indicó que la crecida llegó tras un «represamiento» de agua por el desprendimiento de tierra arriba de la cuenca.
Aún permanecen desaparecidas unas 13 personas, de un total de 19 víctimas reportadas, entre ellas una decena de niños, según la Conred.
En el rescate participan cientos de bomberos, policías, militares, vecinos y voluntarios en la comunidad afectada y en la trayectoria del río. Las tareas fueron suspendidas este lunes en la tarde debido a las lluvias y se reanudarán el martes, explicó el vocero de los Bomberos Voluntarios, Bayron Morales.
Gran parte de las aguas negras de las viviendas de la capital va a parar al río desbordado, en cuyas márgenes miles de habitantes desfavorecidos han levantado construcciones pese a que está prohibido por las autoridades.
Previa a esta tragedia, la actual época de lluvias en Guatemala, que se inicia en mayo y concluye en noviembre, había dejado 29 fallecidos, 2.1 millones de afectados, 10 mil 303 evacuados y severos daños en infraestructura.
Desapareció todo
Esaú González, de 42 años, habitante de la zona afectada, trataba de asimilar la tragedia que vive junto a sus vecinos y no sale del asombro por cómo lo perdieron todo por la corriente de agua.
«Fue como un tornado, el río traía fuerza, entonces se pasó llevando varias casitas (…), los vecinos desaparecieron», relató a la AFP este guatemalteco que dice tener varios oficios para sobrevivir.
Lamentó que la pobreza lleve a cientos de familias a vivir en laderas de barrancos.
«La renta está muy alta, los salarios no alcanzan para cubrir los gastos de alquiler», se quejó.
Cerca de él, Mardoqueo Escalante, de 35 años, recuperaba fuerzas tras remover arena con una pala en búsqueda de su hermana Josefina Escalante (23), desaparecida en la tragedia. Junto a otros vecinos, apoyaba por momentos a los socorristas que rastreaban la zona con ayuda de perros adiestrados.
«Lo que queremos es encontrarla», dijo, al explicar que su familiar trabajaba como dependiente de una farmacia cercana.
Iris López, de 27 años, tiene la esperanza que el Gobierno pueda trasladar a los sobrevivientes a otro sitio para vivir.
«Esperaría incluso construir otra casita nueva, tal vez no aquí, sino en otro lado», comentó a la AFP tras indicar que de la vivienda donde vivió con su hermana «no quedó nada».
Relató que su hermana Blanca López (40) sobrevivió porque hace un mes se trasladó a la casa de su mamá en un poblado al sur de la capital para recuperarse de una operación de parto, pero «si ella hubiera estado aquí se la hubiera llevado el río».
Miles de ciudadanos de Guatemala, donde el 59 por ciento de los 17.7 millones de habitantes viven en la pobreza, se han visto obligados a construir sus hogares precarios en laderas de barrancos, en las márgenes de ríos y zonas inundables.
«Ante la tragedia en el asentamiento Dios Es Fiel por la crecida del río, expreso mi profunda preocupación y solidaridad con las familias afectadas», escribió en la red X, antes Twitter, el Presidente Alejandro Giammattei.
Datos de la Cámara Guatemalteca de la Construcción (CGC) y la Asociación Nacional de Constructores de Viviendas (Anacovi) muestran que el déficit habitacional en el país es de unos dos millones de viviendas.