Actualmente, hay almacenados alrededor de un millón de m3 de agua en unas mil cisternas en el sitio de la central de Fukushima Daiichi. Esa agua procede de la lluvia, del manto subterráneo o de las inyecciones necesarias para enfriar los núcleos de los reactores que entraron en fusión tras el terrible tsunami del 11 de marzo de 2011.
Fue filtrada varias veces para eliminar la mayoría de las sustancias radioactivas que contenía, pero no el tritio, que no puede ser eliminado con las técnicas actuales.
Dentro de poco, la capacidad de almacenamiento quedará saturada, por lo que las autoridades japonesas evaluaron varias soluciones en los últimos años.
Corea del Sur se declara preocupada
A principios de 2020, expertos contratados por el gobierno recomendaron tirar el agua al mar, algo que ya se hace en otras instalaciones nucleares en funcionamiento, tanto en Japón como en otras partes del mundo.
El gobierno debería aprobar esta solución este mes, pero la operación en sí no debería empezar antes de 2022 como muy pronto, según varios medios japoneses. Una gran parte del agua almacenada todavía debe volver a ser filtrada para eliminar otros elementos radioactivos.
Pero esta opción, que se habría tomado en detrimento de otras como la evaporación o el almacenamiento a largo plazo, fue muy criticada por los pescadores y los agricultores locales, que temen que la imagen de sus productos se degrade todavía más.
La vecina Corea del Sur, que prohíbe la importación de productos marinos de Fukushima, también se declaró preocupada por las posibles consecuencias medioambientales que pueda tener la operación.
El tritio es peligroso para la salud humana en dosis altas, según los expertos. El Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) también defendió la solución de que el agua sea expulsada al mar.