Durante la celebración, la pareja avanzó por el templo, cada uno con un cirio en la mano y detrás de dos sacerdotes con vestimentas doradas. El heredero del zar, con una barba fina y grisácea, llevaba un traje negro y un chaleco amarillo. Rebecca Bettarini portó un largo vestido blanco de la diseñadora Reem Acra, llevaba bordado el águila bicéfala, recuperada por la simbología nacional tras la caída de la Unión Soviética. Sobre su cabeza llevó una corona de la casa francesa Chaumet, la tiara Lacis, una pieza de alta joyería en la que destacaban dos grandes diamantes. Varias mujeres y jóvenes, que lucían trajes tradicionales rusos, ayudaron a Bettarini a llevar su vestido. Siguiendo la tradición ortodoxa, les pusieron una corona a los futuros esposos. Según los organizadores, había unos mil 500 invitados, entre ellos la reina emérita española Sofía, el rey depuesto de Bulgaria Simeón II y su esposa Margarita, la princesa Lea de Bélgica, y otros representantes de las familias reales europeas. En las bodas de los antiguos zares se congregaban verdaderas multitudes para verlos, sin embargo, esta ocasión no hubo tal movilización del pueblo y el evento fue algo más simbólico para la familia. La pareja no pudo vestir las joyas de los emperadores, las cuales permanecen a buen recaudo en el Kremlin, ni disfrutar de tres palacios muy significativos para la casa Románov: el de Invierno, el de Peterhof y el de Catalina. El primer ministro de Luxemburgo, Xavier Bettel y su marido, Gauthier Destenay, también estaban invitados, así como la portavoz de la diplomacia rusa, Maria Zajárova. El portavoz del presidente Vladimir Putin, Dmitri Peskov, dijo a la prensa que el mandatario «no tenía previsto felicitar al joven matrimonio». «Este casamiento no está en nuestra agenda», afirmó. Galina Bobrova, una vecina de San Petersburgo, se acercó el viernes por la mañana a la catedral de San Isaac para ver al heredero del zar y su prometida. «Les deseo que sean felices. Evidentemente, la monarquía forma parte de nuestro pasado, pero me parece interesante», aseguró a medios.a última boda en Rusia de un miembro de la familia Romanov fue la del zar Nicolás II y la emperatriz Alejandra hace 127 años. Nacido en Madrid y graduado de Oxford, Gueorgui Romanov es hijo de la gran duquesa María Romanova, nieta del gran duque Kirill
Este último era primo de Nicolás II, el último zar de la dinastía Romanov, que reinó más de 300 años en Rusia hasta la revolución de febrero de 1917. Los bolcheviques apresaron al monarca depuesto y lo fusilaron un año después, en los Urales, junto con su esposa, la emperatriz Alejandra, sus cuatro hijas y su hijo. El gran duque Gueorgui Romanov conoció a su prometida en Bruselas, donde ambos trabajan para instituciones europeas. Rebecca Bettarini, hija de un diplomático, se convirtió a la religión ortodoxa y fue rebautizada como Victoria Romanovna. El gran duque se instaló en Moscú desde hace tres años, cerca del Kremlin, y ha indicado que se dedica a proyectos caritativos. En entrevista con medios rusos, explicó que eligió casarse en San Petersburgo porque esta ciudad representa «la historia de Rusia, la historia de la casa Romanov».[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]