Según explicó uno de los autores, Serguéi Razin, del Instituto de Biología Genética de la Academia de Ciencias de Rusia, durante el experimento los científicos rusos utilizaron un compuesto de curaxinas (una clase de medicamentos para el cáncer).
Este compuesto es capaz de asociarse con el ADN y cambiar sus características físicas, algo que da lugar a la desconexión de uno de los factores de proteínas, muy importantes para la organización estructural del genoma.
Esto lleva a la represión de diversos genes encargados de la vitalidad de las células cancerosas», subrayó Razin en la publicación citada a su vez por la agencia Sputnik.
Los biólogos rusos recordaron que algunos tipos de cáncer se deben a los errores en el funcionamiento de las proteínas encargadas de la transcripción de los genes, así como a la recolección de los nucleosomas (una especie de “bobinas” proteicas, cubiertas de las hebras de ADN).
Detallaron también que las curaxinas “descienden” de la quinacrina, uno de los primeros medicamentos sintéticos contra la malaria, diseñado por un equipo de biólogos rusos, que entonces residían en Estados Unidos.
Tras una serie de experimentos, los investigadores llegaron a la conclusión de quelas curaxinas son capaces de penetrar en los núcleos de las células cancerígenas sin dañar la estructura del ADN, algo que da lugar a la destrucción de las proteínas responsables de la transcripción genética.
Al analizar la actividad de las curaxinas a través de una maqueta de cromosoma, el equipo de Razin concluyó que estas partículas cambian la estructura de su ‘membrana’ sin interferir en la estructura química del ADN.
Esta situación, a su vez, impide que la proteína CTCF forme “curvas” y lleva a la reestructuración del genoma, la desactivación de los genes del cáncer y la puesta en marcha del sistema de autodestrucción, asegura el estudio.