En una entrevista con un medio argentino, Rocío Barberá, de 32 años de edad, compartió como fue que empezó la peor etapa de su vida, cuando en abril de 2021 se contagió Adriana, su madre, de COVID-19.
La señora Barberá murió un mes después de ser ingresada a una clínica de Mendoza, y al poco tiempo su padre, Daniel, se enfermo de covid. “Mi mamá estaba llena de temor al contagio pese a que era una mujer joven, de 64 años”, dijo Rocío. “El proceso fue difícil y aún mucho más cuando cayó enfermo también mi papá”.
“El deterioro y la involución se dieron sin prisa ni pausa pese a todos los esfuerzos del personal de la clínica, que estuvieron presentes en todo momento desde lo humano y lo profesional”.
Los padres de Rocío fallecieron de la misma manera y, poco tiempo después, en noviembre, su hijo Valentino también perdería la vida.
“Cuando nació le dieron cinco años de vida y sin embargo me regaló muchos más. Vivió 12 años y logró lo que nunca esperábamos, escuchar y hacerse entender”.
Valentino padecía de una enfermedad cerebral desde su nacimiento conocida como encefalopatía crónica no evolutiva (ECNE). Un día se descompensó y tres días después, el 11 de noviembre, murió de un paro cardiaco. “La vida a veces es una caja de pandora y la ciencia tiene sus particularidades”, dijo Rocío.
“De vivir con ellos tres, que eran mi razón de existir, quedé sola. Fueron tres golpes muy duros, difíciles de sobrellevar: Sentí que ya no tenía por quién seguir luchando”.
A pesar de todo lo ocurrido, Rocío concluyó sus estudios en el Instituto de Educación Superior de Maipú y se recibió de profesora.
“Siempre había soñado con salir del examen y abrazar a mis padres, agradecerles y darles la alegría de la meta cumplida. Ellos fueron pilares fundamentales para que pudiera criar a Valentino, que sufría múltiples dificultades”.
“No se me dio, pero en cambio estuvieron mis hermanos, sobrinos y amigos de fierro que supieron apoyarme desde el primer momento”, dijo Rocío, quien hoy enseña matemáticas en un centro educativo.