A cinco puntos, pendiente del resultado dominical del equipo azulgranacontra el Athletic en San Mamés, el conjunto blanco renace en una competición que parecía perdida no hace mucho, de la que se descarta poco a poco el Atlético, ahora tercero y este sábado doblegado por su ‘eterno’ rival, más contundente en los detalles.
Dos de los cuatro goles exigieron la confirmación del video, también un tanto anulado por fuera de juego a Álvaro Morata, pero en todos hubo una coincidencia: el error rival.
En los del Real Madrid, la desatención en un balón parado, la imprudencia en un penalti y la pérdida de un balón, la misma causa que provocó el gol del Atlético, derrotado por primera en esta temporada en su casa.
El derbi rebosó tensión. Era definitivo para los dos. Ganar o ganar. No había otra vía para seguir vivo en el campeonato. Uno de esos encuentros en los que la intensidad, la fricción y la batalla impetuosa por cada pelota transforman cualquier combinación en una circunstancia más que en una fórmula para abordar la meta del gol.
Un duelo este sábado mucho más pasional que futbolístico, que penalizó cada error cometido en el primer tiempo. No hubo juego, hubo fallos… Y hubo goles. Casi siempre sin intuirlo. Nadie tenía el volumen de destreza ni de imaginación ni de ocasiones suficientes para presuponer que el gol estaba realmente el alcance de cada uno, acechados en los sectores claves del terreno de juego por su rival.
Sin continuidad ofensiva, más allá de las apariciones a toda velocidad y agilidad de Vinicius o entre líneas de Karim Benzema, en un lado, o Antoine Griezmann, en otro, nadie esperaba el 0-1 del Real Madrid. Era la primera ocasión, ya superado el cuarto de hora, más allá de algunos amagos y de la presión alta del bloque local.
Un saque de esquina hacia Sergio Ramos sobre el que se abalanzaron hasta tres rivales rojiblancos para impedir su remate, sin atender a que el rechace también cuenta. Y ahí, sin nadie a su lado, desatendida su marca por Thomas, tenía todo el espacio del mundo Casemiro para conectar de media chilena el 0-1 en el marcador.
Tampoco se avistaba el 1-1 nueve minutos después del Atlético, golpeado por el gol, pero reanimado por una carrera hacia atrás de Vinicius que, entre el contacto -el brasileño reclamó falta- y la posición de Sergio Ramos, permitió a Correa lanzar un pase casi tan decisivo a Griezmann como la definición del francés, que sorteó con sutileza por debajo de las piernas la salida de Courtois (1-1). El gol, invalidado al principio por fuera de juego, lo confirmó el VAR.
Ni nadie intuía, a la vez, el desenlace del primer tiempo, cerrado con 1-2 a favor del Real Madrid. El mérito fue de Vinicius; la imprudencia de Giménez. Inabordable entonces el brasileño para él, el uruguayo lo derribó cuando ya lo había desbordado, pero cuando estaba tan escorado que había perdido perspectiva del gol.
¿Al límite? ¿Dentro o fuera del área? El árbitro pitó penalti, el VAR lo ratificó y Sergio Ramos lo transformó en el 1-2, que confirmó una sensación recurrente: el mejor activo del Real Madrid en ataque era Vinicius, cuyo descaro y desborde por el extremo izquierdo mantenía en vilo a Arias, a Giménez y a Godín. Luego fue sustituido.
No sólo eso. El Atlético no jugaba tanto como pretendía en el campo contrario. Y no había aparecido aún Morata. Sí lo hizo en el segundo tiempo, en una acción aislada. A falta de transiciones, el equipo rojiblanco tiró del mecanismo más directo: un pase largo de Giménez al desmarque de delantero, que la controló con la misma habilidad con la que picó el balón ante Courtois directo a la red.
Otra vez al VAR. Otra vez al límite. El árbitro y el video dictaron que era fuera de juego, de nuevo con un rato de espera. Gol anulado, frustración en el Atlético y alivio para el Real Madrid, mientras pasaban los minutos y apenas nada en las áreas, salvo la volea que propuso Giménez con la repuesta consiguiente de Courtois.
Necesitaba más el Atlético, que reclamó un penalti sobre Morata, pero cuyas esporádicas ráfagas ofensivas fueron insuficientes para nivelar el choque, mientras el Real Madrid le aguardó a la expectativa, prudente y armado para ver de qué era capaz el conjunto rojiblanco y casi ya desaparecido del otro área hasta que asestó el golpe definitivo. Tras la enésima pérdida del Atlético, lo hizo Bale, a pase de Modric para sostener que su equipo cree en La Liga.