La técnica dice que el trompetista principal presiona los pistones en re menor, que está alejado de la tambora, la tuba, el trombón, las tarolas y clarinetes para hacer sonar la melodía que evoca a «El niño perdido».

Después, le sigue la orquesta para rematar la polka y una de las melodías más significativas de la historia musical de Sinaloa, la que empresarios hoteleros e inmobiliarios quieren sacar de las playas de Mazatlán, su principal puerto turístico.

«Me dicen los turistas gringos que hace de Mazatlán un destino chafa», argumentó en un video Ernesto Coppel Kelly, empresario hotelero y quien es visto como impulsor de modificar lo que se escucha en los kilómetros de arena, Malecón y Bulevar mazatleco.

Coppel Kelly, miembro de una familia adinerada de Sinaloa y dueño de lugares como Pueblo Bonito Emerald Bay e inversionista de hoteles en Los Cabos (Baja California Sur), San Miguel de Allende (Guanajuato) y Cancún (Quintana Roo), inició así una revolución con los cientos de miles de habitantes que nacieron, comen, festejan y duermen con la tambora por herencia de sus antepasados.

Los inconformes, los cuales son al menos 19 hoteleros y dueños de torres de departamentos, quienes crearon la «Alianza Antirruido en Mazatlán», buscan reducir el número de agrupaciones de banda en playas, lo cual generó la polémica y rechazo.

Mientras ellos apuestan por un orden, en redes sociales y espacios de Mazatlán se habla de gentrificación, porque se le da preferencia a personas ajenas al puerto, principalmente turistas extranjeros, quienes se han quejado de el ‘ruido’.

En medio, el Ayuntamiento primero informó la regulación de imponer un horario para los grupos musicales, pero después anunció que sólo daría permisos para 15 chirrines (grupos de sólo tololoche y acordeón) y 12 bandas para operar en las playas.

Lo que dijo Ernesto Coppel Kelly ha sido apoyado por más empresarios, como Rodolfo Madero, presidente de Grupo Alerta, que aglutina una televisora local, una empresa gasera y desarrollos inmobiliarios como Camino Al Mar. En ese proyecto inmobiliario se colocó una lona prohibiendo la contratación de bandas al ras de playa.

A estos dos se sumó José Antonio Toledo Ortiz, empresario inmobiliario y dueño del equipo de béisbol Venados de Mazatlán, llamando a ese movimiento una «ola antirruido».

Es como si no supiera que uno de los lugares donde más suena la banda es en el Estadio Teodoro Mariscal, para que los mazatlecos apoyen al tercer equipo más ganador de la Liga Mexicana del Pacífico (LMP).

La reacción de quienes viven en Mazatlán no ha sido otra que la de organizarse para hacer sonar la tambora y tomar la playa, en apoyo a los músicos y la cultura que los vio nacer.

PUBLICIDAD

El origen del tamborazo

 
La «culpa» la tienen los alemanes que llegaron en el siglo 19 para explotar las minas en la sierra que comparten Sinaloa y Durango, quienes trajeron sus instrumentos y enseñaron sus ritmos, y aquí, en esta tierra, sólo se le agregó el acento de ‘Mero Sinaloa’.

«Allí entre la gente del pueblo en las comunidades del campo sinaloense siempre fue reconocida como Música de Viento, evidentemente por el predominante recurso de los instrumentos de viento. El repertorio tradicional denota una estirpe dominantemente de origen europeo en el que predominan huapangos, corridos, polkas, valses, mazurcas y chotises, con adaptaciones regionales acorde a la sensibilidad del sinaloense», ha documentado el Instituto Sinaloense de Cultura (ISIC).

Esa es la respuesta a por qué aquí, en Sinaloa, y particularmente en Mazatlán, han nacido grupos musicales de talla mundial.

De Mazatlán es la Banda El Recodo, también la Banda MS (que comparte con el rapero Snoop Dog una pieza), la Arrolladora Banda El Limón, Banda Estrellas de Sinaloa y otras tantas que han saltado a la fama internacional.

«Las élites de Mazatlán buscaban las cuerdas y el pueblo agarró la tambora. La música, el arte y la cultura hace comunidad, la música no la hace el dinero sino el corazón», se lee en libro ‘Germán Lizárraga, el heredero’, el cual se presentó el 28 de junio de 2023 en el Congreso de Sinaloa.

Banda, cultura y política

 
El tema de la banda es cultural, una de las formas más arraigadas para definir a quienes viven en este territorio: alegres, ruidosos, relajados y cálidos como su mismo sol que arrecia donde se rompen las olas.

Es tan importante que no hay personaje político que la deje fuera de sus agendas.

Solo en la historia reciente de Sinaloa se recuerda las placas vehiculares con la tambora de fondo en la administración de Juan S. Millán (1999-2004); la creación de una radio estatal (Radio Sinaloa) con programas como «A las 6 con la Banda», y el mediodía con la melodía de «El Sinaloense» como si fuera un himno durante la administración de Jesús Aguilar Padilla (2005-2010).

También, con Mario López Valdez (2011-2016) se tuvo la música banda como el referente en cada acto público, tanto que el Gobernador hacía gala durante sus eventos bailando al son de las piezas «Palillos Chinos» y «El Pato Asado».

Quirino Ordaz Coppel (2017-2021) fue promotor de la banda sinaloense ofreciéndola en ferias internacionales de Turismo como el referente social, y Rubén Rocha Moya (2021-actual) instauró el 1 de julio como el Día de la Tambora y busca nombrar a este género como Patrimonio Cultural Intangible, con una iniciativa que ya corre en el Senado.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *