El crecimiento en el caudal del río Bravo/grande representa desde ayer un mayor riesgo para las personas migrantes que cruzan la frontera de manera irregular, debido a la entrega anual de agua de Estados Unidos a México.

Aunque oficialmente hoy 13 de marzo se abrirán las llamadas “trece compuertas” ubicadas a la altura del museo Casa de Adobe, en donde se juntan los estados de Chihuahua, Texas y Nuevo México, para que Estados Unidos de cumplimiento con el Tratado de Aguas de 1944 y entregue 39.4 millones de metros cúbicos de agua para la agricultura del Valle de Juárez.

Desde ayer el río cuenta con un mayor nivel de agua a la altura del marcador internacional número 36, por donde todos los días cruzan la frontera personas de todas las edades.

“Me voy a ahogar, me voy a ahogar”, gritaba ayer un niño de cuatro años mientras era cargado en los hombros de su padre, para cruzar el río de agua sucia entre Ciudad Juárez y El Paso.

“No te desesperes, no te desesperes porque te ahogas”, gritaba otro hombre de origen venezolano a uno de sus paisanos, mientras nadaba asustado entre la corriente.

El grupo conformado por niñas, niños y adultos llegó la mañana de ayer hasta el bordo mexicano después de casi tres meses de viaje desde Venezuela, en los que tuvieron que pasar la selva del Darién, viajar sobre vagones de trenes de carga, caminar por el desierto de Chihuahua y cruzar nadando el río Bravo –llamado río Grande en Estados Unidos–.

El más alto del grupo fue el primero en meterse al río, y aunque los demás dudaban por temor a ahogarse, cuando vieron de lejos una camioneta blanca y la confundieron con una unidad del Instituto Nacional de Migración (INM) todos se apresuraron a ingresar al agua.

“Viene Migración, viene Migración”, se alertaban pese al miedo de ahogarse, pero al descubrir que no se trataba de los agentes federales se abrazaron en grupo en la orilla del río, para cruzar con ayuda de quienes sabían nadar.

Uno de los padres encontró un cuadro de foami, sobre el que subió a su hija Lucía de cuatro años, a quien llevó empujando por todo el río; mientras que otro migrante le ayudó a cargar a su hija mayor, Camila, de seis años de edad.

Otra familia integrada por el padre, la madre con casi ocho meses de embarazo y tres hijos menores, narró que cruzaron la frontera el lunes pero fueron devueltos por la Guardia Nacional de Texas, por lo que ayer regresaron con la esperanza de poder llegar hasta los agentes de la Patrulla Fronteriza del Sector El Paso.

“Somos de Venezuela pero venimos desde Chile… ayer pasamos por aquí mismo y casi ni nos mojamos, pero los soldados nos regresaron para atrás”, dijo el padre quien después de cruzar a sus hijos regresó por su esposa, pero esta vez el agua les llegó a la altura del pecho.

Después de cruzar el creciente río, los migrantes caminaron junto a la malla de alambre instalada por la Guardia Nacional de Texas, en busca de un lugar para llegar hasta el marcador internacional 36, en donde un grupo de personas ya se encontraba formado para ser procesado por la Patrulla Fronteriza del Sector El Paso.

Pese a la barrera metálica de casi tres metros de altura, grupos de migrantes lograron cruzar ayer entre huecos creados por otros extranjeros que han cortado el metal, lo que ha provocado una mayor presencia de militares texanos sobre el bordo fronterizo.

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