A la vista de la Policía Fronteriza de Estados Unidos que hace rondines de vigilancia por el Río Bravo, se lo han permitido ya que saben que sólo vende sus helados para luego regresarse por el lado de Piedras Negras, Coahuila.
Sixto González es originario de Michoacán; sin embargo, desde hace dos años radica en Piedras Negras, y compartió que siempre fue comerciante de venta de helados, así que emprendió este negocio en la zona fronteriza con Eagle Pass, pero lo hace de una forma diferente, trae consigo una pequeña hielera, la llena de helados llamados también “bolis,” y con la ropa que trae puesta se mete al Río Bravo, para vender su producto a los migrantes que esperan pasar hacía Estados Unidos.
»Pues en Michoacán siempre he vendido helados. Dije, si en mi tierra vendo por qué no en otra tierra ¿verdad?, gracias a Dios no me quejo, me va bien, es que una vez estaba aquí en este lugar y de allá me estaban hablando, yo pensé que era a otra persona , les hago la señal , tráeme unas paletas , ¿cómo me voy a meter pa’ allá? Y ya uno de ellos se metió hasta el bordo y ya se llevó primero 20 bolis, luego vino otra vez y se llevó otros treinta , dije si él puede ¿porque yo no? ”
El emprendedor, menciona, que son aproximadamente 250 bolis los que llega a vender diariamente con los migrantes, el costo de cada uno de estos helados es de 20 pesos, por lo que llega a tener ganancias entre los 600 a mil 200 pesos al día.
«Pues unos cien, doscientos, ciento cincuenta, son los bolis que vendo al día y cuestan 20 pesos… Lo primero que quiero ver es que se formen como unos cuarenta migrantes para que me convenga a mí, porque no me conviene meterme por cinco o seis personas, ¡Pues no!
Cuando empecé a vender con los migrante nada más hice tres vueltas y ayer eche cinco o seis y Pues en un día bueno saco mil pesos, mil doscientos .”
Sixto tarda aproximadamente entre 10 a 15 minutos para poder vender su mercancía, ya terminando se regresa hacía Piedras Negras.
«Ahorita en esta vuelta vendí como cuarenta bolis más o menos, sí me voy a regresar otra vez …Pues el miedo siempre está, pero como le repito me da más miedo que mis hijos no tengan qué comer, es que yo estoy acostumbrado a que me gusta vivir cómodo para unas papitas o para un jugo y ni modo decirles que no», mencionó.
Sixto asegura que en ocasiones hay migrantes que no tienen dinero para comprar un boli, por lo que él se los regala, sobre todo a los niños.
«Una de las grandes satisfacciones es pues ver las caras alegres de que alguien les lleve algo para que se refresquen, y pues como lo que dicho siempre es para que vean , que vendiendo paletas la gente se mantiene».
Finalmente, Sixto reconoció que también le puede vender bolis a los elementos de la Policía Fronteriza de los Estados Unidos, pero para ellos el costo sería de dos dólares cada uno.