Era enero de 2022 y la empresa de Chan, Man Wah Furniture Manufacturing, enfrentaba graves desafíos al trasladar sofás de sus fábricas en China a clientes en Estados Unidos. Los precios de envío se dispararon. Washington y Pekín estaban enfrascados en una feroz guerra comercial.
Man Wah, una de las empresas de muebles más grandes de China, estaba ansiosa por fabricar sus productos en el lado norteamericano del Pacífico.
“Nuestro principal mercado es Estados Unidos”, dijo Chan, director ejecutivo de la subsidiaria mexicana de Man Wah. “No queremos perder ese mercado”.
Ese mismo objetivo explica por qué decenas de importantes empresas chinas están invirtiendo agresivamente en México, aprovechando un acuerdo comercial expansivo con América del Norte. Siguiendo un camino forjado por empresas japonesas y surcoreanas, las firmas chinas están estableciendo fábricas que les permiten etiquetar sus productos como «Hecho en México», y luego transportan sus productos en camiones libres de impuestos a Estados Unidos.
El interés de los fabricantes chinos en México es parte de una tendencia más amplia conocida como nearshoring. Las empresas internacionales están acercando la producción a los clientes para limitar su vulnerabilidad a los problemas de transporte y las tensiones geopolíticas.
La participación de las empresas chinas en este cambio da fe de la suposición cada vez más profunda de que la brecha que divide a Estados Unidos y China será una característica duradera de la próxima fase de la globalización. Sin embargo, también revela algo más fundamental: independientemente de las tensiones políticas, las fuerzas comerciales que unen a Estados Unidos y China son aún más poderosas.
Las empresas chinas no tienen intención de abandonar la economía estadounidense, que sigue siendo la más grande del mundo. En cambio, están estableciendo operaciones dentro del bloque comercial de América del Norte como una forma de suministrar bienes a los estadounidenses, desde productos electrónicos hasta ropa y muebles.