Se encuentra Chihuahua en la delgada línea entre el naranja y el rojo desde hace un par de semanas en todos los principales indicadores de seguimiento al Covid.

Cualquier posibilidad de mejora a corto plazo por el momento es una ilusión, aun con el incentivo de la natural desesperación general por un aclamado regreso a la normalidad.

Mueren las personas de pronto por decenas en los hospitales públicos y privados, sin que exista un cambio de política en la atención por parte de la federación, que ha dejado prácticamente a las entidades federativas solas a su suerte. Escamotean los apoyos, ya no se diga económicos para superar la crisis, sino médicos, equipo, infraestructura y medicamentos.

No hay exageración ni amarillismo. Peor aún, los datos oficiales de fallecimientos se quedan cortos. Hay puntual seguimiento de la misma Secretaria de Salud-INEGI-RENAPO a las muertes en exceso actualizadas a diciembre del 2021, con cifras escalofriantes.

Si en el 2020 nos asustamos por poco más de 300 mil muertes en exceso a nivel nacional, el año pasado la cifra se repite con gran exactitud, en el acumulado de la pandemia casi llega a las setecientas mil.

Quiere decir que se siguen haciendo las cosas mal, continúa la imprevisión en el liderazgo que debe tener la Secretaría de Salud federal, con un responsable epidemiológico y cabeza del combate al Covid, Hugo López Gatell, que sigue actuando con la misma torpeza con la cual hace declaraciones.

Las vacunas se acumulan por millones en bodegas, cuando aún faltan por aplicar las segundas dosis y las de refuerzo a más de 30 millones de mexicanos. Los miles de biológicos que se aplican diariamente siguen el viejo esquema de la concentración multitudinaria en centros que no son otra cosa que focos de infección, imprácticos y burocráticos, contrario por ejemplo a lo que hace Estados Unidos, que vacuna hasta en Walmart.

Hay una reticencia a inocular a menores de edad, cuando también en el vecino país se está haciendo con éxito lo mismo que en Europa, con la finalidad de un regreso a clases seguro. Contrario a ello, se insiste en el retorno presencial a clases en el nivel básico, con una previsión de riesgo de contagio en .27 por ciento de las escuelas, dato que quién sabe de dónde sacó la Secretaria de Educación, Delfina Gómez, porque discrepa con la realidad.

Las escuelas de educación básica, en su mayoría, carecen de instalaciones adecuadas, insumos de sanitización y una ventilación propicia que paradójicamente se contrapone con el frío que se ha dejado sentir en los últimos días en la mayoría del territorio chihuahuense. Ni un peso adicional llegó de la federación para estos rubros.

Todo ello, en un contexto donde en el Hospital Infantil de Chihuahua hay niños internados y algunos intubados, con grave riesgo de muerte.

No es descabellado entonces que el Consejo Estatal de Salud haya decidido prolongar las clases virtuales, ante la ausencia de condiciones reales para retornar a más de 700 mil personas a las labores entre estudiantes y docentes, en una movilidad social que pudiera lógicamente acentuar el nivel de propagación de Ómicron, la variante dominante, que en estos momentos es altísima.

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El análisis estadístico no deja lugar a dudas del momento crítico que estamos viviendo, si se quiere menor que los picos del año pasado y el antepasado, pero de gran angustia y temor.

Hay percepción de que algo está ocurriendo en la pandemia, porque no pasa día que alguien cercano enferme, esté hospitalizado y se hagan cadenas de oración o de colecta para conseguir recursos económicos para cubrir el gasto catastrófico.

Pero no sólo es apreciación. Superamos las nueve mil muertes y ni cuenta nos dimos. Esta semana, con el último reporte, el del viernes, eran 9 mil 229 las personas que habían perdido la vida oficialmente a causa del coronavirus en el Estado de Chihuahua.

Fue el 17 de enero cuando nos encontramos con esta noticia en el reporte diario Covid que manda la Secretaría de Salud estatal. Pero muy lejos de ser un tope, vamos corriendo a los diez mil. Nada más en una semana, la última, 145 personas fallecieron y si contrastamos a dos semanas, 15 días, estamos hablando de poco más de 300.

Estamos llegando al tope de la capacidad para atención. Hay pacientes que están esperando días antes de ser trasladados al área Covid, con un grave riesgo en sus condiciones pulmonares, porque no pueden recibir la atención adecuada. En urgencias no hay respiradores Covid, ni especialistas.

El dato del viernes es que 412 personas están hospitalizadas y 103 intubados. Parecen pocos, pero a la luz de la última semana o quincena, tenemos un aumento considerable, nada menos que de cuatro veces en la hospitalización general y un 30 o 40 por ciento en intubados.

Se agrava la situación cuando los familiares deben cubrir ciertos medicamentos como el Remdesivir, que aún y con toda la polémica respecto a su real utilidad, es recomendado por especialistas y se ha asociado a la recuperación de pacientes en cierto estado de evolución de la enfermedad. Ese medicamento tiene un costo por ampolleta de más de 10 mil pesos, que las familias no dudan en pagar aún a costa de sus escasos bienes, incluso pidiendo prestado con onerosos intereses.

Es esa discusión en la literatura médica acerca de los beneficios de este y otros medicamentos, un gran aliado para las instituciones públicas de salud, porque con la mano en la cintura evaden proporcionarlos, mandando la carga moral y económica a las familias.

Súmese a estas condiciones médicas de hospitalización la ausencia de pruebas en hospitales públicos, con largas filas en consultorios privados, pagando cientos de pesos en una economía familiar mermada.

Salió el IMSS en esta ciudad a hacer pruebas al público en general apenas esta semana. Lo mismo tendrían que hacer el ISSSTE, Pensiones, Ejército, abrir sus puertas de par en par, para detectar contagios, aislar y tratar medicamente a los pacientes, para que no tengan que llegar a los hospitales con cuadros de deterioro pulmonar que a la postre los pueden llevar en alto porcentaje a la muerte, pero nada.

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Nada más el esquema de vacunación y la ausencia de pruebas son suficientes para buscar fincar cargos a los responsables de tan desatinadas medidas de salud pública.

El último reporte indica que había más de 30 millones de vacunas en bodegas esperando ser aplicadas. Ese mismo día se reportó la inoculación de 800 mil personas, un ritmo lento ante la apremiante necesidad existente, partiendo de que es precisamente el biológico una defensa ideal ante el Covid.

Carga Hugo López Gatell, y el sistema de salud federal, con la grave acusación sustentada por el reconocido abogado Javier Coello Trejo, de omisión criminal, que busca sanción por la vía penal. Pero hay otra imputación, de la misma gravedad, un crimen de lesa humanidad, que la especialista en salud, Laurie Ann Ximenez-Fyvie, sostiene se ha venido cometiendo, por todos estos errores.

Desatinos todos con afectación en Chihuahua, con un dato adicional: los mandos medios son los mismos que desde hace dos años combaten al virus sin dar resultados, incluso con decisiones que propician incertidumbre y caos.

Pese a que los números hablan por sí solos, esta semana se pensó ilusamente en el regreso a clases, igual que la anterior, y la anterior, cuando estamos a un paso del rojo, si no es que realmente es el color que nos retrata en estos momentos en la prolongada pandemia.

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